Investigadores de la Universidad de Cádiz y Puertos del Estado han instalado un sistema de radares de alta frecuencia en el entorno del estrecho de Gibraltar. El objetivo es medir su utilidad en la predicción de catástrofes marítimas y extender la técnica al resto de costas españolas.
¿Es posible predecir la trayectoria que seguirán los vertidos tóxicos tras un accidente marítimo? Investigadores del grupo Oceanografía Física: Dinámica de la Universidad de Cádiz (UCA) piensan que sí. Ahora colaboran con Puertos del Estado en el estudio las corrientes superficiales y el oleaje del estrecho de Gibraltar con el objetivo de pronosticar cuál puede ser el recorrido de los contaminantes derramados en el mar por accidente y optimizar así las maniobras de recogida de estas sustancias nocivas.
Para obtener los datos se ha implementado un sistema de radares costeros de alta frecuencia. Estos facilitan a los usuarios la monitorización y el acceso, en tiempo real y a través de internet, a parámetros previamente registrados por este conjunto de antenas, como la dirección o la velocidad de las sustancias contaminadas.
El estudio se ha publicado en la revista Puertos y, según los autores, ayudará a medir la utilidad de estos radares para la predicción de catástrofes marítimas y extender el método al resto de áreas costeras de España.
“Comenzamos con un estudio piloto para comprobar la eficacia de esta metodología. Tras demostrar su consistencia, Puertos del Estado decidió adquirir los radares inicialmente alquilados y posteriormente añadir dos antenas más, una se instaló en Tarifa y la otra en el Puerto de Huelva”, explica el investigador de la UCA, Miguel Bruno Mejías.
El estudio ha empleado antenas de alta frecuencia basadas en emisión de ondas electromagnéticas
Y añade: “Hoy día estamos terminando la etapa de validación de las observaciones de corriente y oleaje para asegurarnos de que son completamente fiables y aplicables en la investigación de procesos oceanográficos de interés en la región andaluza”.
Al igual que el radar convencional, empleado para el control del tráfico aéreo, el grupo de expertos ha empleado para su estudio antenas de alta frecuencia basadas en la emisión de ondas electromagnéticas y en el estudio de su eco tras impactar en el ‘blanco’ a analizar, en este caso: la superficie del mar. En este sentido, la principal diferencia está en la frecuencia de dichas ondas.
“En cada caso empleamos la frecuencia adecuada para que la señal sea capaz de rebotar eficazmente en el objetivo y poder obtener un retorno claro. En el océano, este regreso es óptimo cuando se sitúa en el rango denominado alta frecuencia. De hecho, al trabajar en este intervalo, hemos constatado que las ondas electromagnéticas rebotan eficazmente en las olas, generando una señal bastante útil”, explica Bruno Mejías.
Entre las aplicaciones que generan este tipo de sistemas de radares se encuentran aquellas que están relacionadas con la oceanografía de operaciones, ámbito que comprende todas las actividades de investigación relacionadas con el mar, el océano y la atmósfera.
Entre otras, destacan el conocimiento estadístico del medio marino (oleaje y corrientes) que aporta información útil a la ingeniería marítima, la gestión de crisis derivadas de eventos asociados a contaminación marítima de forma accidental como el derrame de hidrocarburos, y la capacidad de servir de ayuda en la localización de personas tras un naufragio.
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